domingo, 3 de mayo de 2009

casi 100 millones

Una obra de casi 100 millones de pesos en una ciudad con un presupuesto de 61 millones -o sea una obra de casi dos presupuestos anuales- donde el monto total destinado a obras públicas estructurales para la ciudad es de 3,5 millones –o sea una obra que vale casi 30 veces de lo que se destina este año a obras públicas estructurales para la ciudad y casi tres veces, lo que el municipio gastará en sueldos a su personal, 37,8 millones- merece -o merecería- un análisis, una meditación más profunda, más detenida, mas calma que el vertiginoso periplo que viene desarrollando el proyecto puente-costanera isla del puerto, desde que se generó en la cabeza, en el pensamiento de algún funcionario, hasta esta etapa en que se confirma, se adjudica su realización. Ahora ya es casi segura su concreción porque el Estado (o sea todos nosotros, a través de nuestros representantes) ha sellado el compromiso de obra con una empresa privada que –como tal- sabe hacer cumplir los compromisos al Estado; es decir, si la obra finalmente NO se realiza, igual deberá pagarse como si se hiciera.

En este punto que parece como de no-retorno aún vale la pena (porque sí que es penoso) tratar de resumir y comunicar estas elementales, desprolijas pero fundamentadas consideraciones que me surgen del asunto.

LA DECISIÓN. La idea de una costanera sobre la isla del puerto no está siquiera esbozada en ninguno de los planes de ordenamiento urbano que luego de largos, multidisciplinarios y caros estudios concluyen en el “Código de Ordenamiento Urbano”, que es el instrumento que rige el crecimiento urbano y edilicio de esta ciudad; con lo cual no es aventurado decir o suponer que la idea surge de un convencimiento personalísimo, capricho o alucinación de alguien que, por estar circunstancialmente en un lugar de poder, pretende concretar sus magnas aspiraciones.

No es criticable y menos condenable que alguien que accedió legítimamente los lugares donde se toman estas decisiones trate de hacer realidad las obras que imagina para mejorar la vida de sus conciudadanos. Ahora este sueño de ver una caravana de autos uruguayenses desfilar un domingo a la tarde por una costanera sobre el río Uruguay, deja en claro que quien lo sueña y trata de concretarlo elige, decide, prefiere destinar la mayor inversión de su gestión a una obra indudablemente suntuaria, en lugar de hacerlo hacia otras que todos sabemos son indudablemente necesarias. De esta manera antepone –obviamente- las apariencias a la necesidad; o bien tiene una visión distorsionada de lo que es necesario hacer o de lo que es más urgente resolver. Ni la careta de las apariencias, ni la miopía de los necios, serían buenos consejeros para quines toman decisiones que involucraran a muchos durante mucho tiempo.

LA LEGALIDAD. Varios de los aspectos legales del proyecto presentan zonas oscuras, turbias o discutibles. Al ya referido Código de Ordenamiento Urbano habría que modificarlo para dejar a la ciudad sin un área declarada como “Reserva Natural Protegida”, nada menos. Pero esto no resultaría demasiado complicado si se tiene “mayoría automática” en el H.C.D. y si ninguna de las instituciones intermedias de la sociedad (partidos políticos, sindicatos, cámaras empresariales, colegios profesionales, etc.) presentan una oposición fuerte. Los mismos concejales que años atrás aprobaron una normativa que prohibía la construcción de edificios en torre en el centro histórico de la ciudad, los mismos, luego realizaron la excepción para que se pudiera construir el edificio de lo bioquímicos, o sea, “al código ya lo modificamos otras veces…”

Los puntos que se podrían presentar como discutibles son los que tienen que ver con el cumplimiento de la Ley de Obras Públicas y la adecuación a los fines y estatutos del organismo financiero, pero –ya sabemos- que la jurisprudencia tiene “una biblioteca a favor y otra en contra” de cada caso y, si de interpretaciones se trata, el poder político, legal o económico constituido, es siempre solidario con los suyos.

Lo que es un secreto a voces, que se menciona en forma de código, que no se puede abordar abiertamente, simplemente porque no se puede probar su existencia, es la participación de empresas fantasmas, o que, sin ser inexistentes, prestan el servicio de figurar en una licitación para dar legalidad al proceso. En general este favor se devuelve luego para la licitación otra obra, en otro lugar, siempre con el estado como comitente. Insisto, esta jugarreta sólo se puede sospechar porque es “todo legal, todo legal…”

También está la cuestión de las expropiaciones que se deben realizar ya que la isla del puerto no es toda del estado. El municipio de Concepción del Uruguay estuvo endeudado mucho tiempo por la expropiación del Banco Pelay y esto debería ser tomado en cuenta para que dentro de un tiempo no tengamos –como ya tuvimos- que pagar juicios millonarios.

EL ENTORNO NATURAL: Ni hablar de que el impacto de la obra sobre la isla y el río es enorme, mucho más de lo que su costo en pesos lo es a las finanzas del estado y tanto como el volumen del material que deberá movilizarse. Una parte importante de la isla perderá las características territoriales que hermana a casi todas las islas de la zona. Cambiará el perfil y la composición de su suelo, las especies vegetales y animales autóctonas que han crecido traídas y alimentadas por el río deberán competir por un lugar con el asfalto y el monóxido de carbono que les impondremos con nuestro progreso, pero igual, “el impacto no es tanto si lo comparamos con los desmontes en Salta o la desaparición del Impenetrable chaqueño” dirán quienes apuestan a que siempre se puede encontrar algo peor que mejore su trastada.

Es cierto que estos cambios no tendrían consecuencias visibles e inmediatas sobre la salud, la educación, la economía o la seguridad de la población, pero, lo que si, seguramente, es una incógnita que se develará con el tiempo y sí tendría consecuencias visibles e inmediatas sobre la salud, la educación, la economía o la seguridad de la población, es el comportamiento del río. ¿Hay estudios serios, que abarquen un período considerable, sobre los movimientos del río? Quienes hemos visto crecientes grandes sabemos que el agua corre (y corre mucho) por sobre la isla, cubriéndola toda. ¿Es posible determinar fehacientemente que hará el río cuando se tope con una contención de casi 3 CMS de largo que su altura no supere?

Al río Paraná le nació una isla –la que está enfrente a la ciudad- como consecuencia de los movimientos realizados en su lecho para construir el túnel subfluvial. ¿Qué hará el río Uruguay cuando alteren su lecho y su costa para hacer la costanera? Esperemos que sea benigno como su hermano mayor del oeste.

OTRA COSA. La intensión de acercar la comunidad uruguayense al río que le da nombre y de hacer amigable, accesible el entorno isleño -siempre duro y hostil para quien no está habituado a recorrerlo- podría concretarse de otra manera; sin dar lugar a tanta sospecha de negociado, con la participación de las instituciones intermedias de la ciudad y de los vecinos que trabajan y disfrutan del río. Tal vez así no solo ahorraríamos dinero, sino que también serían otras las características de la intervención. Aquí me surge esta pregunta ¿es necesario recorrer la isla en auto? Si en vez de un puente se hacen unos muelles, se habilita un servicio de lanchas y se proponen y organizan recorridos, senderos para caminar, andar a caballo, en bicicleta, en sulky y se arman lugares para de estar, para practicar deportes, para comerse un asado; con un par de cantinas y unos sanitarios, es decir ni mas ni menos que un parque como los hay en tantas otras ciudades con situaciones parecidas. ¿No sería esto más barato, más tranquilo, mas adecuado, tanto a lo que es la vida en las islas, como a lo que podemos destinar a “gastos de recreación”?

Pero no. Todo indica que la obra ya empezó. Porque “…la plata ya está, viene sólo para eso, no se puede destinar a otra cosa y hay que utilizarla lo antes posible…”. Es curiosa esta justificación que dan algunos funcionarios, repiten los medios de comunicación y se termina fijando en la gente, porque pareciera que la plata o “las partidas para la obra”, se constituyeran, se corporizaran de manera divina o celestial, casi sin la intervención humana….

Así finalmente Concepción del Uruguay comienza a tener “las grandes obras” que hacen “grandes” a las ciudades y que testimonian que por allí pasaron “grandes dirigentes” y todo aquel que no preste su apoyo estará oponiéndose al progreso, negando fuentes de trabajo, atentando contra las empresas locales, formando parte de la máquina de impedir, en fin, una suma de actitudes que lo harán merecedor oprobio de sus vecinos que si quieren y merecen vivir en una ciudad con una hermosa costanera sobre el río Uruguay para dar vueltas en auto los domingos a la tarde.

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